sábado, 23 de marzo de 2013

¿LA POSICION DESCENTRADA ES UN FAVOR QUE SE LE HACE AL CONSULTANTE?

En nuestro grupo ECOLOGIA MENTAL, que es una especie de prolongación del diplomado de narrativa con los amigos de PRANAS, estuvimos conversando en nuestra última reunión sobre la práctica descentrada en terapia.

La postura descentrada hace referencia a que en las prácticas narrativas el terapeuta no asume una postura de superioridad, de saber, de profesional que dirige, diagnostica y cura. Al contrario, el terapeuta no es el centro; el centro lo es el consultante y sus historias, que trata de resolver algún problema o situación que lo aqueja.
 
La impresión que me quedó luego de escuchar las opiniones vertidas en el grupo es que el descentramiento del terapéuta podría malinterpretarse básicamente como una actitud "politicamente correcta", humanitaria, como una concesión que el terapeuta hace desde su elevado humanitarismo y sensibilidad social, a las personas que consultan. Y creo entender que no viene de ahí. La postura descentrada es la consecuencia esperable, "natural", de la postura posestructuralista y socioconstruccionista en la que se sitúan las prácticas narrativas. Más concretamente, viene de la postura de no saber, de la ignorancia como actitud, de la curiosidad legítima y no fingida por la experiencia y la historia del otro.

Cito lo siguiente de "Medios narrativos para fines terapéuticos" (pag. 27): "Los expertos en ciencias sociales llegaron a la conclusión de que no podemos tener un conocimiento directo del mundo, y que todo lo que las personas saben de la vida lo saben a través de la <experiencia vivida>". Esta cita creo que nos dice que en relación con el mundo solo tenemos experiencias (y experiencia es lo subjetivo, no el conocimiento objetivo) y relatos construidos colectivamente para organizarlas y darles un sentido. Ergo: conocimiento = experiencia + relato. Y de esa ecuación no escapa ni el terapeuta, con todos sus posgrados y experiencias acumuladas.

De allí que el tema del descentramiento del terapeuta no sea solo la expresión "buena gente" de alguien que es consciente de su posición de poder, decide "bajar al llano" y ponerse de igual-a-igual con el consultante. También es resultado de la constatación de que no sabe más que el consultante, y que de la posición "descentrada e influyente" realmente no se puede pasar. Creo que entender esto es crucial para sostener esta postura descentrada, y no verla como un sacrificio no sostenible en el tiempo. El que realmente sabe, porque es su experiencia, es el consultante. Lo que éste aun no sabe (y para eso sí estamos nosotros) es que el conocimiento que él tiene de sí mismo es imcompleto, y que hay una buena porción de experiencia no narrada que espera ser descubierta para cambiar su historia. Y con ella, su vida.

Entonces, la postura descentrada es lo mínimo que un terapeuta puede empezar por ofrecer, si es que entendió el abc del posestructuralismo, el socioconstruccionismo y la posmodernidad.

Es curioso y paradójico, entonces, que el "terapeuta estúpido" (J.A. dixit) no sea tan estúpido despues de todo.

 



lunes, 18 de marzo de 2013

SOBRE HACER DIETA Y OTRAS EXIGENCIAS ALIENANTES

“Cada hombre piensa según lo que come, y no se piensa igual debajo de un palacio que debajo de una choza.” - Ludwig Feuerbach.

Giorgio Nardone (2009) refiere que hacer dieta engorda; que es imposible mantener una dieta mucho tiempo porque atenta contra elementos básicos del funcionamiento mental y psicológico de las personas. Entonces, aquellos que apunten a mantener la dieta por los supuestos beneficios que aporta, se condenan a sí mismos a fracasar una y otra vez -recayendo en una alimentación insana o dejando el ejercicio- generando así un problema que perpetúa el sobrepeso y la obesidad que se desean combatir.
Lo mismo puede decirse de ciertas prácticas empresariales que apelan a "la identificación con la institución", "a ponerse la camiseta" y a "los valores del 'colaborador'", para sostener ciertas exigencias y demandas laborales: sobretiempos, capacitaciones con fines burocráticos y administrativos, venir fuera de horario, etc. sin remunerar en absoluto ninguna de esas actividades. Y encima esperan que sea algo sostenido en el tiempo, que uno se acostumbre, sin faltar, a ellas.
Sé que algunos a estas alturas estarán pensando: "pero qué quieres, si no lo haces hay 100 esperando por tu puesto", "uno tiene que adaptarse a las exigencias", etc. Claro, por eso es que asistimos, tratamos de cumplir con lo que se nos exige, aunque por lo bajo nos parezca un abuso o una tontería sin nigún sentido en lo personal. Nadie sostendrá ese tipo de medidas por mucho tiempo si puede evitarlo Es igual a lo que piensa el sujeto empeñado en hacer dieta: "lo hago porque es necesario, el médico me lo exige o son las demandas de la moda". No obstante, a pesar de estos elevados fines, igual su empeño no va a durar y, en cuanto pueda, lo va a dejar por enésima vez, para luego, arrepentido y culposo, intentarlo de nuevo y fracasar otra vez.
Me parece bastante ciego que se apele a "identificaciones" y "elevados valores", a "motivaciones intrìnsecas", en empresas cuya principal motivación es el lucro. No será solo el lucro lo que los mueve pero si es una de sus razones de ser: ganar el máximo beneficio con el menor gasto posible. De allí que se apele a los "colaboradores" (es gracioso cómo se piensa que llamando de una forma diferente a alguién -colaborador en lugar de trabajador- se cambia su realidad y el sentido de lo que hace) y no se les pague por el extra que se les obliga a hacer. En el mejor de los casos se les desliza la pálida posibilidad de seguirlos contratando como reconocimiento de su "identificaciòn con la institución".

Todo esto no pasa de ser un juego de palabras sin sentido, seguir una charada que todos sabemos falsa, pero actuamos como si fuese verdadera. A ellos les interesa ganar y "ahorrarse su sencillo" y a nosotros también, aunque tengamos que resignarnos a hacer ciertas cosas gratis.
Se puede apelar a los valores y al espíritu de sacrificio por el bien anhelado, en instituciones y en causas que no tienen por fin enriquecerse: pienso en la Cruz Roja, alguna iglesia, un asilo de ancianos, los bomberos, escuelas rurales comunales, el Club de Leones o el Hogar-Clínica San Juan de Dios, por solo dar unos ejemplos. Allí uno puede trabajar gratis, y llegar hasta el sacrificio o la inmolación de ser necesario. La recompensa es la labor en sí misma y el significado social queconlleva. Pero esto no puede pedirse en una empresa privada.
Es legítimo que te interese ganar, pero no mires a tus empleados como si se tratasen de hermanitas de la caridad, cuya principal recompensa es "el amor al arte". Insistir en ello te llevará a pensar mal de tus trabajadores porque no imitan a la Madre Teresa en sus sacrificios, y a recaer -volviendo a la metáfora de la dieta fallida- en recetas "infalibles" una y otra vez o reemplazándolas (botando al trabajador y poniendo a otro), cuando lo que deberías de hacer es renunciar a tus deseos de hacer dieta.La motivación, el involucramiento, el sacrificio, la identificación, etc. dependen del sentido personal y social que se le da a lo que se hace. Al final es eso lo que se impone. No tomar en cuenta ese contexto -tu contexto- o utilizar otro que no corresponde con lo que haces, te llevará a crear conflictos innecesarios y, como suele suceder cuando uno es el que tiene el poder, a mirar siempre la paja en el ojo ajeno.
Referencia:
- NARDONE, G. La dieta de la paradoja. Barcelona: Paidós Ibérica.

lunes, 11 de marzo de 2013

¿POR QUÉ "VIRTUS DORMITIVA"? o ¿NO HEMOS AVANZADO NADA?

Recuerdo que en mis años de formación como terapéuta sistémico uno de mis profesores se definía ante la clase como "el menos sistémico de los sistémicos". Psiquiatra de profesión, y con una amplia experiencia manicomial, supongo que con ello quería decir que a pesar de sus años de estudio y de su experiencia terapéutica, no había podido librarse de los estragos su formación biologista como médico y de absorver una buena dosis de los conceptos dormitivos que marcan el pensamiento occidental, especialmente en la psicología, la psiquiatría y la psicoterapia.

La expresión "conceptos dormitivos" (o "soporíferos", según otras traducciones) puede atribuirse a Gregory Bateson (1993). Éste nos recuerda un pasaje de "El médico a palos" de Moliere, donde el aprendiz de matasanos, al ser interrogado sobre cuál es el componente activo del opio en medio de su ignorancia solo atina responder en un latín macarrónico "Posee una virtus dormitiva (una cualidad o virtud dormitiva)".

Este mismo fenómeno -apelar a una supuesta cualidad o esencia inherente a aquello que queremos explicar, y que al final no explica nada- es moneda corriente en las así llamadas ciencias de la conducta. En su afán cientificista de lograr la objetividad y ponerse a la par de la ciencias duras (física, química), los primeros psicólogos se empeñaron en estudiar la conducta humana aislándola de su entorno, cual si se tratara de partículas elementales o de células. Con ello desvirtuaron lo que estudiaban, llegaron a convencerse de que los individuos se explican per se, y se negaron a ellos mismos la única explicación realmente plausible para la conducta del ser humano: el contexto relacional, social y lingüístico.

Al igual que pasaría si alguien trata de "comprender" cómo los peces nadan y viven, sacándolos de la pecera y estudiándolos sobre una mesa de disección, los psicólogos y psiquiatras trataron de entender a las personas y su mundo subjetivo recostándolos en divanes, metiéndolos en laboratorios o aislándolos en hospitales psiquiátricos.

Como era de esperar, y al igual que pasó con el opio y su "virtus dormitiva", pronto surgieron ingentes cantidades de teorías que apelaban a constructos igualmente dormitivos como personalidad, carácter, instinto, pulsión, estructura, yo, inconsciente, y un amplio etcétera.  Si vemos a una persona actuar, moverse, hablar, opinar, sufrir, odiar, etc., tenemos que explicarlo de algún modo. Si negamos la relación entre el sujeto y el contexto relacional (o lo que es igual, no le damos el rol que merece y lo reconocemos solo de pasada), debemos apelar a un "algo" dentro que lo hace ser así. La historia de la psicología es la historia de una larga disputa acerca de ese "algo", de cuál es su esencia o naturaleza.

Los que propusieron estas teorías inicialmente lo hicieron pensando en metáforas y en constructos hipotéticos, pero pronto se olvidaron del carácter metafórico de sus propuestas y terminaron reificándolas, convirtiéndolas en cosas, en estructuras, en esencias, buscando sustentarse en "evidencia empírica", substratos anatómicos y neuroquímicos o en la psicometría para probar su existencia. Cada propuesta ha generado y genera mecanismos para probar y validar sus hipótesis, cayendo en la más descarada de las tautologías. Y encima se atreven a llamarlo ciencia.

Creemos firmemente que las teorías psicológicas convencionales son sistemas cerrados que se explican a sí mismos y se mantienen a sí mismos. Plantean cosas que no se pueden probar porque existen simplemente en las cabezas de quienes las proponen. El ser humano es un ser social y relacional, y si bien tiene procesos psicológicos innegables, es un grave error tratar de entenderlos fuera del contexto en el que surgen, se mantienen y se manifiestan: el contexto social, relacional y lingüístico.

Las personas pertenecen a comunidades, interactúan unas con otras, se comunican, y es en ese proceso, y solo a través de él, que lo psicológico surge, se expresa y se modifica. Esta experiencia social se organiza y se expresa a través de historias, y son estas historias (vivas, incompletas y en constante modificación) las que son usadas por las personas para darle un sentido a sus experiencias.

Nosotros también proponemos una metáfora (prometemos no olvidarnos de que es solo eso, una metáfora): un gran telar, donde cada gancho o aguja es una persona, y el hilo o la lana es el lenguaje. En las diversas interacciones sociales, que también son interacciones lingüísticas, se van tejiendo y destejiendo y volviendo a tejer historias sobre las personas que participan, y esos tejidos verbales dan sentido y forma a las experiencias de los participantes. Les proporciona una identidad como seres con historia en el tiempo.

Si hay algo que debemos rescatar de la psicología tradicional es el concepto de memoria. Memoria que es siempre traicionera. Es gracias a ella que somos seres con historia, que organizamos relatos y narraciones sobre nuestras vidas y las de los otros significativos. Si dejamos de lado a la memoria y al telar en su incesante tejer y destejer, para explicar al gancho y su descontextualizado funcionar, tendremos que inventar, casi de inmediato, un nuevo constructo dormitivo.

La persona agrede porque tiene agresividad. ¿Y porque tiene agresividad? Pues porque agrede. Decir que Juan roba o viola porque es antisocial o psicópata y que María se droga y es promiscua porque es bordeline es tan útil como decir que los volcanes erupcionan porque tienen un espíritu que los hacer erupcionar. En todos los casos se apela a un algo que no es relacional ni contextual; se apela a una esencia. A una "virtus dormitiva".

Referencia:
- Bateson, Gregory. Espíritu y naturaleza. Amorrortu, 1993.