viernes, 12 de julio de 2013

BREVE (O NO TAN BREVE) AUTOBIOGRAFIA PSICOTERAPEUTICA 2.-


Mi estancia en el Hospital Hermilio Valdizán fue de seis meses. Fui como pasante. Me aceptaron en la Unidad de Terapia Familiar del Departamento de Salud Mental del Niño y del Adolescente. Tanto el departamento como esa unidad estaban a cargo de psiquiatras psicoterapeutas formados en terapia familiar sistémica en Bélgica. Se ubicaban, por suerte, bien lejos del paradigma médico y biologista, y no medicaban si no lo consideraban imprescindible. Aprendí mucho, viendo primero, y luego participando en las entrevistas familiares. Toda la problemática tratada era convenientemente contextualizada y vista desde una óptica relacional. 
Recuerdo un caso, que ya llevaba un buen tiempo tratándose cuando llegué, de un adolescente diagnosticado primero con un cuadro "psicótico desintegrativo", inicialmente medicado, que fue evolucionando favorablemente al tratarse, junto con la madre, el duelo por la muerte inopinada del padre y que los tenía atascados. Pude constatar en ese caso muchas de las ideas sistémicas acerca del entramado familiar que se haya detrás de las "psicosis" y los "trastornos graves" de la personalidad. Sin ese marco de referencia, y con otros profesionales más tradicionales, el chico habría terminado muy medicado, dopado e inutilizado, cargando con un diagnóstico que lo arruinaría de por vida. Si bien no fue un caso fácil, y tomó más de año y medio tratarlo, cuando me fui de allí había evolucionado bastante y estaba bien lejos de aquel quinceañero de apariencia bobalicona, que no podía hilar un pensamiento sensatamente ni seguir una conversación. Ahora ya planeaba su futuro y pensaba hasta en tener enamorada.
Hubo otro caso, en cambio, al que vimos pocas veces, de un quinceañero hijo de un policía que había cometido diversas transgresiones que mantenían en vilo a su familia: inventó que un cura lo había violado; se escapó de casa e hizo creer que lo habían secuestrado, y a través de un amigo llamaba a su padre para extorsionarlo y pedirle plata, haciéndose pasar por terrorista de Sendero Luminoso. Cuando todo esto se supo fue llevado a consulta. Lamentablemente los padres no perseveraron y finalmente lo llevaron al Hospital Central de la Policía, donde yo trabajaba antes de mi pasantía, y allí lo diagnosticaron de esquizofrénico y lo medicaron con anti psicóticos. En una visita que hice a ese hospital me los encontré por casualidad a él y al padre, y éste me informó de las novedades. Vi al chico "duro" por la medicación, bien "impregnado" como se dice en la jerga psiquiátrica, pero el papá estaba contento porque " al menos ya no daba problemas". Lobotomía química en todo su esplendor. La teoría del chivo expiatorio se notaba aquí con claridad: los conflictos familiares a buen recaudo, intocables, sin ser tratados ni ventilados, y un hijo sacrificado de por vida en pro de una precaria homeostasis familiar. El hijo enfermo iba a mantener la atención de los padres bien distraída de otros problemas más acusiantes y peligrosos de tratar. Allí me convencí de que hay familias que sí necesitan un enfermo en casa para funcionar. Y que los psiquiatras siempre  están dispuestos a proporcionarles uno y a actuar como controladores sociales de lo "desviado". 
Al volver de mi pasantía y reincorporarme al Hospital de la Policía, mi jefe me puso a cargo  de la Unidad de Terapia Familiar y de Parejas. Fue una experiencia tranquila e interesante. Digo tranquila porque negocié, casi exigí, que no me hicieran ver un paciente cada media hora, como era usual (mismo Essalud), sino una familia por hora. Así que veía cinco al día y luego era libre.
Meses después un amigo de la universidad me llamó para invitarme a trabajar en Trujillo en la universidad donde él laboraba. Necesitaban un terapeuta familiar. Le dije que sí me esperaba seis meses podría decir que sí, pero que en ese momento me era imposible. Por suerte aceptó, y eso me dio tiempo para ir digiriendo la idea de salir de Lima, vivir en provincias, y dedicarme a la docencia.
A inicios de abril del 97 ese gran paso en mi vida.