miércoles, 19 de marzo de 2014

EXPLORANDO LAS ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO CON EL ENFOQUE DE SOLUCIONES.-


Una de las críticas más frecuentes al enfoque de soluciones es aquel que se refiere a que sólo puede aplicarse a casos "leves", a problemas "poco profundos", y con situaciones que sólo ameritan un coaching o una consejería. 



El desatino de estas críticas es evidente para todo aquel que practique la TBCS con cierta regularidad, y especialmente en el ámbito clínico. A pesar de las diversas terapias en las que nos hemos entrenado -muchas de ellas consideradas "profundas" y científicamente validadas- siempre hemos mantenido al enfoque de soluciones como el principal en nuestra práctica, por poseer varias cualidades que se constituyen en ventajas comparativas:

Simplicidad.
Brevedad.
Rapidez.
Eficiencia y
Eficacia.

Lo hemos aplicado a todo tipo de situaciones. Como saben, para la TBCS no existen patologías; existen metas a alcanzar. Metas adecuadas a cada circunstancia específica. Y trátese de problemas grandes o pequeños (y eso siempre depende del ojo del observador), el enfoque de soluciones puede adaptarse a todos ellos y colaborar para el logro de metas realistas y bien planteadas. No queremos decir con esto que siempre se logran las metas esperadas por los consultantes en su totalidad; hay muchas variables en juego que lo posibilitan o lo impiden. Pero la posibilidad existe. Si se logra la colaboración del consultante, siempre se consigue algo que le sirva. De hecho, y como diría Joel Simon, más que resolver problemas, de lo que se trata es de construir soluciones. 
En esta ocasión queremos referirnos a uno de esos casos típicos en donde se supone que el enfoque se soluciones demostraría sus debilidades y limitaciones: las situaciones de crisis y emergencias psicológicas. Para ello nos basáremos en los aportes de Eve Lipchik (2004).

Lipchik define la crisis como "un momento en el que la supervivencia de la persona, de su estilo de vida o de sus relaciones está amenazada" (pag. 280). Citando a Onnis, agrega que "crisis" viene de la palabra griega krino (juzgo o elijo), y por consiguiente sugiere que la persona atraviesa por un momento vital en el que se ve impelido a elegir entre diversas opciones, ninguna de las cuales aparece como clara o plausible para el momento que se vive.

Lo que caracteriza a una crisis es un estado de confusión, duda y parálisis, y, simultáneamente, la percepción de la necesidad imperiosa de hacer algo ya, urgentemente. La persona puede vivenciarse como sí el camino conocido se hubiera acabado repentinamente, y todavía no puede vislumbrar otro camino que seguir. 

Como es lógico suponer, asociado a esto se presentan emociones intensas: miedo, desesperación, confusión, ira, tristeza, etc., o una mezcla de ellas. Conducta errática, parálisis, llanto y agresividad, suelen observarse en el plano conductual.
Para muchos terapeutas tener que vérselas con un consultante en crisis constituye una verdadera escena temida. Por ello, se suele derivar con presteza a estas personas hacia médicos que los mediquen, porque no se sabe cómo ayudarlos. Sin negar que en casos extremos -cuando los recursos personales, familiares y sociales no son accesibles-, la medicación sea un alternativa, esta suele  estar asociada a consecuencias no deseables.

¿QUÉ HACER EN ESTOS CASOS?

Lo primero que Lipchik recomienda a los profesionales es dividir su rol en dos: el rol de terapeuta y el rol de agente social.

Como agente de control social el profesional debe tomar todas las medidas efectivas, dentro o fuera del consultorio, para evitar que la persona atente contra su integridad y la de los demás. Movilizar todos los recursos disponibles (sociales, legales, familiares y personales) para generar un entorno protector y de sostenimiento. No es dable afrontar una crisis y permanecer cómodamente sentado en nuestro sillón de terapeuta, preocupados exclusivamente por lo "mental".

En nuestro rol de terapeutas, podemos implementar algunas de las siguientes medidas:

Escucha atenta orientada a los recursos y soluciones. 

La habilidad para escuchar es una de las herramientas imprescindibles de todo aquel que se precie de ser terapeuta. La aceptación, la transparencia y el priorizar el discurso del consultante no son privativos de los rogerianos. La diferencia que hace la diferencia es que desde el enfoque de soluciones damos prioridad también a las historias de resistencia y de recursos frente a la adversidad. Sabemos que nadie permanece pasivo frente a lo que le pasa, así que darle cabida a esas respuestas es bastante útil para ayudar a las personas a sobreponerse. Es la doble escucha en simultáneo: al discurso de la queja y al discurso de las soluciones y recursos.

Uso de un marco temporal ceñido. 

Para ayudar a combatir el sentimiento de verse sobrepasado por las circunstancias, es útil trabajar con marcos temporales muy cortos, de horas, de un día a lo sumo. Entonces, igual que en una situación no crítica, aquí también trabajamos con metas, pero estas deben ser inmediatas y muy breves.

¿Qué es diferente ahora (de tarde o de noche) de cómo te sentías en la mañana? ¿Qué te ha ayudado a lograr eso?
¿En qué vas a darte cuenta mañana temprano que estás un poco mejor que en este momento? ¿Qué puede ayudarte a lograrlo?
¿Qué puede serte de ayuda para poder pasar la noche con un poco más de calma? ¿Quienes pueden contribuir a ello?
¿Qué necesitas para sentirte un poco más segura?

Más que buscar resolver el problema, debemos enfocarnos en ayudar a la persona a recuperar el estado previo a la crisis. Las metas y resoluciones "de fondo" deben verse con posterioridad.

3) Indagar por las estrategias de afrontamiento que ya usa la persona (coping).

Como sabemos, una situación mala o adversa siempre puede ser peor. El hecho de que la persona esté viva, busque ayuda o por lo menos la acepte, es un indicador de que está movilizando recursos. Es necesario que la ayudemos a ser consciente de ello, para que recupere su sentido de agencia personal y de autocontrol. Eso sí, debemos cuidarnos de no minimizar lo que le pasa ni caer en un optimismo ingenuo. Es importante indagar por las medidas tomadas, sea por el consultante o por las personas cercanas, que hayan sido de utilidad; no sugerimos preguntar por lo "puede" o "debe" hacer. De hacerlo es muy probable que obtengamos un rotundo "no lo sé" que deteriore la incipiente relación terapéutica.

Realmente es terrible lo que te pasa, y no es para menos el que te sientas así; no obstante, quisiera que me ayudes a entender ¿cómo haces para sobrellevar todo esto? 
Noto que la estás pasando muy mal. ¿Qué estás haciendo para que tu situación no sea peor de lo que es? ¿Qué te ha sido de utilidad hasta ahora?
Si la situación no se soluciona en las próximas horas o días, ¿qué medidas de las que has tomado hasta ahora piensas que debes continuar utilizando para aliviar un poco el malestar que experimentas?

De ser fructíferas estas preguntas, el terapeuta debe proceder a marcar, ampliar y atribuir control a las respuestas y recursos expresados. Es importante ayudar a que estos no pasen desapercibidos. La estrategia de la "caja de recursos" puede ser de utilidad.

4) Apuntar al cambio mínimo.

Si la búsqueda de cambios mínimos suele ser recomendable en el abordaje de casos no críticos (pide poco y obtendrás más), con mayor razón lo es ante situaciones de emergencia. Es como sí las personas experimentaran un "achicamiento temporal" de sus "estómagos", y sólo pudieran tolerar "bocados" muy pequeños. El optimismo fuera de contexto suele ser contraproducente en estos casos.

T: Dime, si usamos una escala de 0 a 10, donde 0 representa cómo te sentías al comenzar esta situación y 10 significa que ya recuperaste tu estado habitual, ¿en dónde te encuentras actualmente?
P: En 1.
T: Bien. Por favor, ayúdame a entender, ¿cómo te vas a dar cuenta que ya no estás en 1, sino que subiste a 1.5? ¿Qué va a ser diferente cuando experimentes este pequeño avance? ¿En qué pequeños detalles lo vas a notar?
P: ¿en 1.5? Bueno, supongo que será medio punto más si por lo menos puedo dejar de temblar...
T: Ok. Por favor, háblame un poco de eso...

Antes de concluir queremos dejar en claro la importancia de trabajar en equipo en casos de crisis vitales. Familia, instituciones sociales y otros profesionales pueden aportar los recursos necesarios para ayudar a que la persona pueda restablecer su equilibrio temporalmente perdido, y construir una nueva forma de existencia, más acorde a las nuevas circunstancias. En lo casos de crisis no hay lugar para "llaneros solitarios".

Referencia: Lipchik, E. (2004) Terapia centrada en la solución. Más allá de la técnica. El trabajo con las emociones y la relación terapéutica. Buenos Aires: Amorrortu.





viernes, 14 de marzo de 2014

DECONSTRUYENDO LA DECONSTRUCCION. Implicancias para la terapia posmoderna.

Aprendiendo a correrle el hilo a la pantimedia del problema.

"El camino no es un método; esto debe quedar claro. El método es una técnica, un procedimiento para obtener el control del camino y lograr que sea viable".
Jacques Derrida.

"Mientras hay vida también existen algunas lineas de fuga para escapar de la dominación".
Tomás Ibañez

Una de las ideas más seductoras de la posmodernidad y del posestructuralismo es aquella que considera que los textos (historias, narraciones, relatos, discursos) son creaciones sociales y relacionales incompletas. No sólo ningún texto refleja fielmente aquello a lo que se refiere; tampoco ningún texto es una creación completa, monolítica y sin fisuras. 

Los textos (eso que se construye en la interacción entre las personas, se basa en lo que surge de dicha interacción y pretende reflejarla, aunque se la suele confundir con la “realidad") tienen -vamos a decirlo metafóricamente- fisuras. Al hablar de "fisuras" queremos dar a entender que los textos o relatos tienen contradicciones, espacios en blanco, vacíos, cosas no dichas, y cosas dichas y privilegiadas arbitrariamente. Dichas fisuras, si son convenientemente utilizadas, pueden dejar en evidencia el pobre sustento en el que se basa el texto, lo injustificado de su pretensión de verdad, de lógica, de orden, de generalización y de predominio.

A riesgo de simplificar en exceso, para nosotros el término deconstrucción se refiere las prácticas y a la intención que pretenden sacar a la luz las contradicciones y fisuras de todo texto, relato o discurso. Su aplicación no puede hacerse al margen del pensamiento posmoderno o posestructuralista; de lo contrario se tornaría ocioso y sin sentido. Si la deconstrucción se ha vuelto uno de los tópicos favoritos de la posmodernidad, es básicamente porque sirve de arma, ariete y disolvente de cualquier discurso dominante y totalizador que surja en el camino. Tiene una intención -creemos entender- liberadora y generadora de posibilidades. Y aunque algunos reculen al leer esto, creemos que la deconstrucción es, o puede ser, la base del relativismo.

Por eso mismo es que la deconstrucción ha encontrado un espacio privilegiado en la terapia. Desde Michael White (1999), pasando por Beyebach (2006), la idea de encontrar fisuras y contradicciones en el discurso dominante del problema del consultante puede resultar muy fructífera a la hora de ayudarlo a co-construir una realidad alternativa donde el problema no domine, y donde las intenciones y expectativas de la persona se tornen viables.

Pongamos un ejemplo de lo que queremos decir.

Una mujer acude buscando ayuda con la queja de que "es depresiva". Sea porque alguien la diagnosticó así o porque ella misma se etiquetó en base a ciertas experiencias y vivencias, el hecho es que ahora, en mayor o menor medida, se observa y se entiende a sí misma en base a eso que llama "depresión". Sus emociones, sus conductas, lo que puede hacer o no, sus posibilidades presentes o futuras, están filtradas, modeladas y recortadas por el concepto de depresión que ahora maneja. Al ubicarse dentro del texto "depresión" todo lo que no calza o encaja dentro de él es eclipsado y pasa a un segundo o tercer plano. Evidentemente "la depresión" no es algo inventado por la persona; la persona utiliza las comprensiones que sobre ello se distribuyen socialmente por diversos medios disponibles, y le va dando una forma más o menos personalizada en las interacciones y conversaciones con los demás. Para identificar y catalogar sus vivencias como “depresivas” realiza una labor de cotejo entre ellas y lo que la cultura plantea acerca de esta “enfermedad”. Las opiniones y consejos de los demás, y especialmente el “discurso experto”, a través del diagnóstico, terminarán por “olear y sacramentar” la historia de que esta mujer es depresiva. Se ha construido una identidad que, performativamente, se autoperpetuará por tiempo indefinido. Es ahora una historia dominante. Una historia poderosa. 

Si el terapeuta, ingenuamente, se mantiene dentro de este texto, de esta historia del problema, se dedicará a preguntar el cómo, cuándo, dónde y a determinar el por qué de la depresión de esta mujer. Tomará pruebas, sesudas entrevistas y usará otros medios planteados como “correctos” y casi obligatorios por las prácticas en uso, para confirmar o descartar la presencia de la “enfermedad”. Tautológicamente terminará hallando lo que busca y, sin darse cuenta, ayudará a crearlo y/o a confirmarlo. El texto “depresión” parecerá una realidad evidente, objetiva y sin fisuras.

Si el terapeuta, consciente de que lo planteado por la consultante no es una realidad ni una esencia, sino solo un texto o relato socialmente construido, puede ayudar a disolverlo indagando por los siguientes aspectos:
  • Contradicciones del relato.
  • Cosas no dichas, no “iluminadas” en el relato.
  • Contextos y situaciones diferentes a aquellas en donde se ubica el relato (lugares, momentos, personas involucradas, etc.).
  • Sutilezas verbales. 
  • Contradicciones entre lo dicho y lo hecho.
Aunque estas situaciones son variaciones de lo mismo, veamos cada una de ellas con algo más de detenimiento.

Contradicciones del relato.- 
La escucha atenta -la escucha centrada en las soluciones o la doble escucha de la terapia narrativa- nos puede ayudar a identificar expresiones que contradigan la linea dominante del texto depresivo. “Y, bueno, eso me hizo reír“, “fueron muy buenos conmigo”, “sé que me quiere”, etc., todas estas expresiones pueden ser fisuras que, utilizadas adecuadamente, desmientan el carácter monolítico y sin salida aparente de la depresión. Si esas vivencias, esos chispazos, son posibles es porque hay algo más ahí que no encaja con lo depresivo. Otra historia, una historia de recursos, puede empezar a filtrarse por la grieta recién identificada, puede ser develada y co-construida en terapia, para que performativamente (al ser narrada y re-narrada) empiece a hacerse realidad.

Cosas no dichas.-
O más bien habría que precisar: cosas no preguntadas. Incluso hemos llegado a creer que es por pudor a parecer muy simples e inocentes que muchos no se animan a hacer preguntas del tipo “¿En qué ocasiones se siente mejor?”, “¿En qué momentos usted vence a la depresión?”, “¿Me puede contar de un momento reciente donde se sintió realmente bien?”, “Wow, ¿cómo lo hizo?”, etc. Desde la lógica del discurso dominante de la enfermedad como un todo monolítico, estas preguntas disuenan; de ahí el “pudor” para realizarlas. No obstante, si las hacemos y la persona logra contactar con historias y recuerdos que respondan positivamente a estas preguntas, se abren posibilidades potencialmente muy ricas para que la persona re-encauce su vida en una dirección diferente a la que le dicta el problema.

Contextos y situaciones diferentes.-
La idea del problema como un todo totalizador (y valga la redundancia) nos lleva a meternos solitos en la trampa de generalizar. “Si está deprimida la señora, y la depresión es una enfermedad que es causada por una esencia (química o psicológica), es lógico suponer que está deprimida siempre y en todas partes. Habrán, a lo sumo, variaciones de cantidad en momentos y situaciones diferentes, pero la depresión está”. Este razonamiento tal vez sea válido para enfermedades físicas: no es lógico suponer que se tenga TBC o hepatitis en casa pero no en el trabajo, pero no ocurre lo mismo con los problemas “mentales”. Sí es posible -y generalmente ocurre- que alguien esté triste (o “deprimido”) en el contexto A pero no en el B. El problema ES relación, y al variar la relación, varía el problema. En el contexto B puedo estar haciendo cosas y tomando iniciativas que no permiten la expresión/generación del problema, mismas que tal vez no hago en el contexto A. ¿Qué pasaría si al ser preguntado, identifico lo que hago en B y me animo a hacerlo también en A? ¿El problema crecería o disminuiría? La respuesta es obvia.

Sutilezas verbales.-
Todas las expresiones del tipo: a veces, casi nunca, no siempre, no mucho, no tan bien, más o menos, rara vez, no del todo, tal vez, dudas, etc. son sendas grietas en el texto, hilos colgantes en el tejido del problema, que pueden ser tomadas y jaladas sutilmente para descoserlo. Y más útil aún: para tejer en la conversación, y en el posterior accionar, algo novedoso y deseable para la vida de la persona. “Casi siempre estoy triste”. ¿Quiere decir que hay momentos, por más breves que sean, donde se libra de la tristeza? ¿Cómo lo hace? ¿Qué habilidades y conocimientos demuestra ahí?

Contradicciones entre lo dicho y lo hecho.-
La persona puede decir que está muy decaída y sin ganas de vivir, pero sin embargo, se muestra bien cuidada y acicalada; dice que no le encuentra sentido a las cosas, y no obstante acaba de aplicar a una promoción en su trabajo. Nuevamente, estas son grietas en el rostro monolítico del problema. La idea es usarlas para hacer surgir, en el diálogo terapéutico, lo nuevo, lo no dicho, las historias ocultas y eclipsadas por el problema totalizador y dominante.

No asumimos que las situaciones mencionadas sean las únicas propicias para identificar grietas y fisuras en el texto del problema. Si identificas otras u otros medios para lograrlo te agradeceremos mucho las menciones en los comentarios.

Bibliografía.-
Beyebach, M. (2006) 24 ideas para una terapia breve. Barcelona: Herder.
White, M. (1999) Guías para una terapia familiar sistémica. Barcelona: Gedisa.

sábado, 8 de marzo de 2014

LA PREGUNTA DEL MILAGRO, RECARGADA.-

Este protocolo fue desarrollado por Insa Sparrer y Matthias Varga von Kibéd, a partir de lo propuesto originalmente por Insoo Kim Berg y Steve de Shazer, en Milwaukee. De Shazer y Berg, fieles a su estilo, lo simplificaron al máximo. Sparrer y Varga lo han protocolizado y extendido procurando facilitar la conexión de la persona con el milagro.

Este protocolo se puede aplicar de modo individual o grupal. Es recomendable seguirlo al pie de la letra, adecuando el trato de "usted" o de "tú", según corresponda. Se sugiere que la persona esté sentada cómodamente, relajada, y de preferencia con los ojos cerrados. Se puede inducir un trance ligero para facilitar la concentración.

Leer pausada y claramente el protocolo, haciendo pausas más largas o más cortas según el número de puntos suspensivos existentes. La idea es facilitar que la persona visualice lo que se va preguntando y sugiriendo. Hacer énfasis en las palabras que están en cursiva. Ir observando las reacciones de la persona a fin de adecuar el ritmo, tono de voz y respiración del terapeuta a sus respuestas observables. Al concluir, la o las personas cuentan el milagro. Se pueden hacer preguntas para reforzar el efecto de lo que se va narrando. Al igual de lo que se puede hacer con las excepciones, se puede marcar, ampliar y atribuir control a los detalles del milagro.
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"Cuando usted, después de la sesión, regresa a casa (o al trabajo, etc. Contextualizar) ... y hace lo que planeaba hacer ... comer junto con la familia o visitar amigos o llevarse todavía algo de trabajo a casa para terminarlo, o se relaja y descansa ... como sea que usted pase sus noches ... a alguna hora siente cansancio, se acuesta y se duerme (o "descansa" si hay problemas de sueño) ... y suponiendo que ... en esta noche sucediera un milagro ... y ese milagro sería que ... todo aquello que lo ha traído aquí estuviera solucionado ... simplemente así ... y ¡si hubiera sucedido así de rápido realmente se trataría de un milagro! ... Ahora, usted despierta a la mañana siguiente y ... ¿en qué notaría usted que el milagro ha sucedido? ... ¿Qué habría cambiado? ... ... ... ¿Y qué más habría cambiado? ... ... ... ¿Hay algo que usted haría entonces de distinta manera? ... ... ... ¿o surgen nuevos pensamientos? ... ... ... ¿o siente usted de distinta manera? ... ... ... Tal vez aún no perciba el milagro al despertar, ¿cuál sería el momento en que lo percibiría? ... ... ¿Y en qué? ... ¿Y qué más sería distinto? ... ¿Alguien más que se daría cuenta del milagro? ... ¿Y quien? ... ¿En qué? ... ... ... ¿Y cuál supone usted que sería la reacción de él o ella al milagro? ... ... ... Sin embargo, para usted el milagro ha sucedido ... ¿cómo reacciona usted a esto? ... ... ¿Hay alguna otra persona que también se da cuenta del milagro? ... ¿Quien? ... ¿En qué? ... ¿Cómo supone usted que reaccione? ... ... Sin embargo, para usted ahora se produjo el milagro. ... ¿Cómo reacciona usted a la reacción de él o de ella? ¿Tal vez de manera distinta que antes? ... ... ¿Qué otra cosa ha cambiado después del milagro? ... en casa ... en el trabajo ... ... ... con conocidos ... amigos ... o parientes ... ... Poco a poco puede usted regresar a esta habitación ... ¡Tómese su tiempo! ... Ahora, puede comenzar a narra su milagro (si es grupal comienza el que desee).
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Como es usual luego de utilizarse esta intervención, se puede investigar con la persona por aquellas partes del milagro que ya se han hecho realidad en los últimos días o en temporadas anteriores. De detectarse segmentos del milagro que ya son realidad, se trabajan como excepciones.

También se pueden dejar sugerencias, para el espacio entre sesiones, a fin de que la persona pueda ver qué aspectos del milagro se hacen realidad espontáneamente (tarea de observación), o, mejor aún, qué partes del milagro la persona puede deliberadamente hacer realidad o hacer "como si" se hicieran realidad.

Actualmente, junto con la colega Charo Gamarra, estamos experimentando con este protocolo aplicado con la ayuda de la hipnosis orientada a las soluciones, al abordaje de problemas relacionales. Nos interesa saber si la hipnosis es un elemento que potencia al milagro.

Nos interesa mucho saber sus opiniones y comentarios acerca del uso y efectos de este protocolo. Esperamos que lo puedan aplicar y hacernos llegar sus experiencias.

Referencia: Sparrer, I. Enfoque de solución en constelaciones sistémicas. México: Herder, 2013.

jueves, 6 de marzo de 2014

DERRIBANDO MOLINOS DE VIENTO.-

Más allá de los discursos dominantes.

"No hay relaciones de poder que triunfen por completo y cuya dominación sea imposible de eludir".
Michel Foucault

Michael White (1997) en su texto "Deconstrucción y terapia" nos presenta el caso de Robert, un hombre violento, que tuvo que dejar el hogar a causa de la conducta abusiva que perpetraba contra su mujer e hijo:

"Durante los primeros contactos la conversación se centró en la responsabilidad de Robert por haber perpetrado actos de violencia, en la identificación de las experiencias de las víctimas, en los efectos traumáticos reales en el corto plazo y los posibles efectos en el largo plazo sobre la vida de las víctimas y en determinar qué podría hacer él para enmendar lo que pudiera enmendarse".
"Después de cumplir esa tarea, le pregunté a Robert si estaba dispuesto a seguirme en algunas especulaciones sobre el carácter de la conducta abusiva y violenta de los hombres. Como manifestó su acuerdo, le hice una serie de preguntas (...) Invité a Robert a que asumiera una posición sobre esas actitudes, estrategias y estructuras..."(pag. 26).

Han transcurrido bastantes años desde la primera vez que leí este texto, y debo confesar que me encandiló -y lo sigue haciendo- la habilidad con la que Michael White ayuda a Robert a identificar y desmarcarse de los discursos de poder que condicionan su vida. Al verlos como normas, órdenes asumidas como naturales, programas sociales acerca de "cómo se debe ser hombre", Robert pudo ver los efectos de todo ello en su vida y cotejarlo con aquello que era importante para él, lo que quería honrar y mantener. 

Al tomar una postura, en la práctica le declaró la guerra a esos mandatos, y emprendió una serie de iniciativas que lo llevaron a vivir acorde a lo deseado por él, a hacer uso de su agencia personal, y a iniciar la construcción de una realidad y una vida acorde a sus preferencias. 

Como sabemos, las tecnologías del yo -puestas en práctica a través del ejercicio del poder social, familiar, experto, educativo y mediático- utilizan diversos medios para coaccionar y convencer a las personas de que asuman como verdades lo que son sólo puntos de vista. Las posibilidades de cuestionamiento y de crítica por parte del sujeto son excluidas de la ecuación, a través de la normalización, la homogeneización del pensamiento, la presión de grupo, y la sanción/patologización/exclusión para los que se muestran más díscolos. 

En el presente texto deseo completar lo planteado en una entrada anterior, donde también reflexionamos sobre cómo revisar y hacer frente a los discursos dominantes desde las prácticas narrativas. 

Considero que es importante facilitar la reflexión a través de preguntas ad hoc, a fin de que el/la consultante se percate de que no sólo él/ella no es el problema, sino que tampoco es el discurso y los demás relatos que sigue, que vivencia como propios y naturales, y sobre los cuales edifica parte de su identidad: la persona no es el discurso; el discurso es el discurso. 

Cuestionar el discurso que se parapeta detrás, puede facilitar combatir el problema, ya que se le quita piso al relativizar el caldo de cultivo (el contexto discursivo) que le da sentido.

Para abordar estos discursos dominantes en una conversación terapéutica, una vez identificado el tema, se puede invitar a la persona a que colabore con nosotros y nos acompañe con algunas reflexiones, tratando de responder a las preguntas que le plantearemos a continuación. Si acepta, algunas de las preguntas pueden ser las siguientes (sin seguir un orden o secuencia especial):

Si tú quisieras que alguien acepte como válido....(insertar aquí el tema/discurso/creencia), ¿qué tendrías que hacerle creer primero? ¿Y luego? ¿Y después?
¿Cómo lo/la prepararías para que piense eso?
¿Qué estrategias o tácticas que conoces de tu propia experiencia, de tu entorno, serían útiles para este fin?
¿Tendrías que convencerlo antes de ciertas cosas sobre él/ella mismo/a para que acepte creer en eso?
¿Qué ideas debe tener esa persona sobre él/ella para que sea más fácil invitarlo a aceptar las ideas que deseamos que crea?
¿Cómo podrías convencerlo de que esas ideas vienen de él/ella, que le son propias, y de que no le han sido transmitidas por otros?
¿Hay algunas ideas/creencias/normas en nuestra cultura/sociedad que serían útiles para que esa persona acepte creer en lo que deseamos que crea?
¿Cómo se te ocurre que podrían utilizarse?
¿Puedes identificar en la crianza familiar y en la educación ciertas prácticas que ayuden a este fin?
¿Cómo se podría justificar creer en dichas ideas/creencias/discursos? 
¿De qué otras ideas nos podríamos valer para permanecer creyendo eso?
Lo que venimos conversando, ¿cómo se relaciona con el tema de nuestra consulta?
¿Qué vivencias e historias puedes recordar dónde se hayan dado prácticas similares?
¿Cómo se aplicaron en tu caso específico?

Luego de reflexionar en base a interrogantes reflexivas como estas, se puede invitar al consultante a tomar una postura sobre lo reflexionado. Para ello puede ser útil aplicar el mapa propuesto en la entrada anterior. También será muy importante que la persona identifique los momentos donde fue inmune a dichos discursos, donde actuó en base a sus preferencias y no a las indicaciones que el discurso señalaba. Es allí dónde será posible empezar a co-construir una historia alternativa, liberadora y generadora de nuevas posibilidades.

Si se te ocurren otras preguntas, aparte de las mencionadas, te agradeceré mucho las compartas.

Referencia: White, M. (1997) Guías para una terapia familiar sistémica. Barcelona: Gedisa.