miércoles, 9 de julio de 2014

UNA CURA PARA EL RADICALISMO


Reconozco que tiendo al radicalismo, al extremismo incluso en ocasiones. Por eso debo vigilarme para no caer en posturas y opiniones un tanto polares, como ocurre con demasiada frecuencia para mi gusto.



¿De dónde viene eso? No sé si importe mucho, pero como ejercicio historiográfico podría decir que tal vez, en primera instancia, de mi padre, que era extremo y generalmente unidireccional. Imagino que aquello de que "el ejemplo es una orden silenciosa" tiene mucho de cierto. 

En la secundaria adoptar posturas radicales semianarquistas ("alpinchismo" que le llaman) fue casi un acto de supervivencia. Mezclado con una buena dosis de cinismo (que aprendí en las aulas de nuestro "maravilloso" sistema escolar), era un verdadero jihadista sin fe, dispuesto a volarlo todo. Tal vez razones no faltaban por aquel entonces, cuando la moral implícita era "sobrevive como puedas y aprende a ser <<hombre>>. Aquí nadie va a ayudarte. Todo lo contrario: vamos a fregarte".
Luego vino la universidad y con ella el marxismo. ¿Qué joven de 18 años que adopta el marxismo no se pone radical? No serlo sería un contrasentido, como dicen que dijo Sir Wiston Churchill.

En los noventas mi radicalismo se alimentó de indignación. Las pendejadas y tropelías diarias bajo el fujimorismo hacían que cada día uno se mire al espejo y se pregunte si todavía conservaba cierta capacidad de indignación. Y yo la conservaba. Intacta y engordando.

Supongo que debo reconocer también, y no sin pudor, que soy apasionado. Sobre todo de las ideas, aunque no tanto de las personas (¿Quién dijo eso de "amo a la humanidad en lo genérico pero la detesto en lo concreto"?). Cuando descubro alguna idea o sistema de pensamiento seductor, me le prendo cuál iluminado.
Es por eso -y ya la voy cortando- que las ideas postmodernas me apasionan, aunque el resultado se da de un modo un tanto diferente. 

Es algo ideal y a la medida para mí: ser radical en no ser radical. El dogmatismo del antidogmatismo. Es la autoneutralización del radicalismo. Su suicidio. No sé si me dejo entender, pero es como el bálsamo que siempre esperé para mi atormentado (y radical) espíritu. 

Ya encontré mi lugar en el mundo (de las ideas).