lunes, 9 de febrero de 2015

EL TERAPEUTA Y EL PODER


Para mí el poder es el ejercicio de la voluntad: ejerzo poder cuando logro que mi voluntad, mis deseos y mis intenciones se hagan realidad, especialmente en relación a otros o por intermedio de otros. Osea, cuando logro que los otros realicen mi voluntad.

Vista así la cosa, si un/a consultante busca o pide que ocupes una posición de poder, si hace algún tipo de presión en ese sentido, él/ella también está tratando de ejercer poder sobre ti; está tratando de hacerte cumplir su voluntad. Estamos posiblemente aquí ante un potencial juego de poder, algo bidirecccional.
El poder no es factible sin alguien que responda ente él en la dirección que este poder espera. Y esa respuesta también es voluntaria. El poder -disculpen la perogrullada- solo es posible en una relación. El poder es complementario. Como diría Viktor Frankl, así alguien me coloque una pistola en la cabeza, puedo escoger que me dispare y no hacer lo que me pide. O como refiere Bill O'Hanlon, a menos que nos lo impidan físicamente, siempre podemos elegir qué hacer.
En conclusión: podemos escoger...
1) Estar conscientes del poder que podemos elegir ejercer desde nuestro rol o situación profesional. Una especie de autovigilancia para que "no se nos escape". El hábito que le dicen.
2) Estar conscientes del poder que se nos puede demandar ejercer, lo cual es una forma de ejercer poder sobre nosotros.
3) Ante ello, escoger la actitud o respuesta que nos parezca conveniente, desde la postura teórica que nos agrade. Eso incluye la posibilidad de negarnos, de no responder, de poner ese pedido, per se, (incluida la insistencia, de ocurrir) como tema de conversación; podemos "hacer público" (como dicen Harlene y Sheila MacNamee) lo que pensamos de ese pedido; transparentarnos.
No nos debe detener el temor de que el consultante se vaya a ofender o frustrar por no hacer lo que desean. De ser así, se conversa. Y están en su derecho de acudir con quien se sienten más cómodos.
En una palabra: metacomunicación.