sábado, 30 de junio de 2018

¿TIPOS DE PACIENTES O TIPOS DE RELACIONES? PAUTAS DE INTERVENCION


Las personas que acuden a consulta pueden venir en diferentes estados o momentos, con disposiciones distintas para trabajar. Hay que tener en cuenta que todo ello responde más al estado de las relaciones que el consultante establece con otros, entre ellos el terapeuta, antes que a rasgos de personalidad o de carácter.
La postura o tipo de relación que establece el consultante inicialmente es un dato más a tomar en cuenta para adaptar nuestra estrategia a su postura. 
Es bueno recordar que desde la TBCS se considera que la “resistencia no existe” y que cuando la persona parece no querer colaborar, esto es más una apariencia que una realidad. Todos colaboran, pero lo hacen de maneras diferentes. Es deber del terapeuta identificar el estilo de colaboración de su cliente y adecuarse a él.
Adoptar la postura del cliente permite ir creando posibilidades para que ocurran los cambios que sean necesarios.


Paciente en relación “comprador”

  • En el transcurso o hacia el final de la sesión, el terapeuta y el paciente identifican un problema concreto, más o menos delimitado, y un objetivo específico a lograr durante el tratamiento.
  • El paciente se ve como parte activa y principal de la solución y para el logro del objetivo.
  • Está dispuesto a hacer algo respecto al problema; motivado a involucrarse y a colaborar
Estrategia general: 
Es recomendable utilizar la abierta disposición de los consultantes para colaborar, planteándoles sugerencias o tareas que aprovechen sus recursos, ya que la probabilidad de que las cumplan, y con ello se vayan construyendo los objetivos, es alta.


Paciente en relación “visitante”


  • Paciente y terapeuta identifican una dolencia o problema y unos objetivos concretos.

    • Pero no identifican los pasos concretos que el paciente necesita dar para alcanzar la solución.
    • Los consultantes no llegan a visualizarse como parte de la solución, y creen  que ésta solo se dará cuando otra persona distinta a ellos cambie.
    • El problema es de otro y ellos están preocupados para que ese otro cambie.
    Estrategia general:
    La estrategia más adecuada aquí se puede sintetizar en lo que llamamos “la pregunta mágica”. 
    Dicha pregunta es la siguiente: “¿Si pudieras hacer algo para ayudar a esa persona, lo harías?... ¿Podemos hablar de lo que podrías hacer que ayude a esa persona?”. 
    Cualquier variante de dicha pregunta puede ser útil y tener el mismo efecto.
    La respuesta afirmativa a esta pregunta cambia de posición al cliente demandante; automáticamente pasa de ser espectador  del cambio ajeno a sujeto del cambio en sí mismo.
    No siempre funciona, pero generalmente sí lo hace. En esos casos el “demandante” pasa a ser “comprador” y ya puede tratársele como tal.
    Para incrementar la probabilidad de que se produzca ese cambio es conveniente primero dedicarle unos minutos extra a hablar del problema que la persona plantea y, especialmente, de las consecuencias negativas que éste genera. Hacer esto puede generar en la persona un estado psicológico favorecedor para ese cambio de visión.

    Paciente en relación “visitante”
    • Paciente y terapeuta no identifican juntos una dolencia  o unos objetivos concretos.
    • Puede señalar que no existe problema alguno o que el problema pertenece a otra persona.
    • No ve razón para cambiar y menos para estar en terapia.
    Estrategia general:
    Es importante evitar “ponerse por delante del cliente”, evitar la posición “one up”. “Ir por detrás”, a su ritmo, es lo mejor. No tratar de convencerlo de la necesidad de aceptar y colaborar con la terapia. Evitar la reactancia.
    Se sugiere escuchar  tranquila y curiosamente la opinión que tiene el cliente acerca de por qué lo han enviado a consulta. Explorar especialmente cómo se siente al respecto, las emociones que eso le genera, puede crear las condiciones para confiar en el terapeuta. Hablar de lo emocional, del posible disgusto o frustración que el ser un “cliente rehén” le produce, puede convertirse per se en motivo de consulta.
    Después de hablar un tiempo sobre estos temas se le puede volver a preguntar si percibe algo sobre lo que podamos serle útil. Si ahora identifica algo que lo moleste y que quiera tratar es que empieza a pasar al rol de “comprador”.
    Como reserva siempre queda la posibilidad de hacerle ver que, por su condición de “rehén”, sí tiene un problema que tal vez no ha visto: que la persona que lo envió, y que parece tener cierto poder sobre él, cree que tiene un problema que desea ver resuelto. ¿Desea que lo ayudemos a librarse de esa presión? ¿Qué es aquello (mínimo) que la persona que lo envió desea ver que él cambie para dejarlo en paz? ¿Desea hablar de eso?
    Si pese a todo lo actuado no se obtienen resultados, se sugiere no dejarle ninguna tarea o sugerencia. Solo cabe felicitarlo por su asistencia y disposición a conversar, agradecerle el haber venido y dejar abierta la posibilidad de que nos llame cuando lo crea necesario.