lunes, 11 de marzo de 2013

¿POR QUÉ "VIRTUS DORMITIVA"? o ¿NO HEMOS AVANZADO NADA?

Recuerdo que en mis años de formación como terapéuta sistémico uno de mis profesores se definía ante la clase como "el menos sistémico de los sistémicos". Psiquiatra de profesión, y con una amplia experiencia manicomial, supongo que con ello quería decir que a pesar de sus años de estudio y de su experiencia terapéutica, no había podido librarse de los estragos su formación biologista como médico y de absorver una buena dosis de los conceptos dormitivos que marcan el pensamiento occidental, especialmente en la psicología, la psiquiatría y la psicoterapia.

La expresión "conceptos dormitivos" (o "soporíferos", según otras traducciones) puede atribuirse a Gregory Bateson (1993). Éste nos recuerda un pasaje de "El médico a palos" de Moliere, donde el aprendiz de matasanos, al ser interrogado sobre cuál es el componente activo del opio en medio de su ignorancia solo atina responder en un latín macarrónico "Posee una virtus dormitiva (una cualidad o virtud dormitiva)".

Este mismo fenómeno -apelar a una supuesta cualidad o esencia inherente a aquello que queremos explicar, y que al final no explica nada- es moneda corriente en las así llamadas ciencias de la conducta. En su afán cientificista de lograr la objetividad y ponerse a la par de la ciencias duras (física, química), los primeros psicólogos se empeñaron en estudiar la conducta humana aislándola de su entorno, cual si se tratara de partículas elementales o de células. Con ello desvirtuaron lo que estudiaban, llegaron a convencerse de que los individuos se explican per se, y se negaron a ellos mismos la única explicación realmente plausible para la conducta del ser humano: el contexto relacional, social y lingüístico.

Al igual que pasaría si alguien trata de "comprender" cómo los peces nadan y viven, sacándolos de la pecera y estudiándolos sobre una mesa de disección, los psicólogos y psiquiatras trataron de entender a las personas y su mundo subjetivo recostándolos en divanes, metiéndolos en laboratorios o aislándolos en hospitales psiquiátricos.

Como era de esperar, y al igual que pasó con el opio y su "virtus dormitiva", pronto surgieron ingentes cantidades de teorías que apelaban a constructos igualmente dormitivos como personalidad, carácter, instinto, pulsión, estructura, yo, inconsciente, y un amplio etcétera.  Si vemos a una persona actuar, moverse, hablar, opinar, sufrir, odiar, etc., tenemos que explicarlo de algún modo. Si negamos la relación entre el sujeto y el contexto relacional (o lo que es igual, no le damos el rol que merece y lo reconocemos solo de pasada), debemos apelar a un "algo" dentro que lo hace ser así. La historia de la psicología es la historia de una larga disputa acerca de ese "algo", de cuál es su esencia o naturaleza.

Los que propusieron estas teorías inicialmente lo hicieron pensando en metáforas y en constructos hipotéticos, pero pronto se olvidaron del carácter metafórico de sus propuestas y terminaron reificándolas, convirtiéndolas en cosas, en estructuras, en esencias, buscando sustentarse en "evidencia empírica", substratos anatómicos y neuroquímicos o en la psicometría para probar su existencia. Cada propuesta ha generado y genera mecanismos para probar y validar sus hipótesis, cayendo en la más descarada de las tautologías. Y encima se atreven a llamarlo ciencia.

Creemos firmemente que las teorías psicológicas convencionales son sistemas cerrados que se explican a sí mismos y se mantienen a sí mismos. Plantean cosas que no se pueden probar porque existen simplemente en las cabezas de quienes las proponen. El ser humano es un ser social y relacional, y si bien tiene procesos psicológicos innegables, es un grave error tratar de entenderlos fuera del contexto en el que surgen, se mantienen y se manifiestan: el contexto social, relacional y lingüístico.

Las personas pertenecen a comunidades, interactúan unas con otras, se comunican, y es en ese proceso, y solo a través de él, que lo psicológico surge, se expresa y se modifica. Esta experiencia social se organiza y se expresa a través de historias, y son estas historias (vivas, incompletas y en constante modificación) las que son usadas por las personas para darle un sentido a sus experiencias.

Nosotros también proponemos una metáfora (prometemos no olvidarnos de que es solo eso, una metáfora): un gran telar, donde cada gancho o aguja es una persona, y el hilo o la lana es el lenguaje. En las diversas interacciones sociales, que también son interacciones lingüísticas, se van tejiendo y destejiendo y volviendo a tejer historias sobre las personas que participan, y esos tejidos verbales dan sentido y forma a las experiencias de los participantes. Les proporciona una identidad como seres con historia en el tiempo.

Si hay algo que debemos rescatar de la psicología tradicional es el concepto de memoria. Memoria que es siempre traicionera. Es gracias a ella que somos seres con historia, que organizamos relatos y narraciones sobre nuestras vidas y las de los otros significativos. Si dejamos de lado a la memoria y al telar en su incesante tejer y destejer, para explicar al gancho y su descontextualizado funcionar, tendremos que inventar, casi de inmediato, un nuevo constructo dormitivo.

La persona agrede porque tiene agresividad. ¿Y porque tiene agresividad? Pues porque agrede. Decir que Juan roba o viola porque es antisocial o psicópata y que María se droga y es promiscua porque es bordeline es tan útil como decir que los volcanes erupcionan porque tienen un espíritu que los hacer erupcionar. En todos los casos se apela a un algo que no es relacional ni contextual; se apela a una esencia. A una "virtus dormitiva".

Referencia:
- Bateson, Gregory. Espíritu y naturaleza. Amorrortu, 1993.


1 comentario:

  1. En primer lugar gracias por el artículo. He llegado a él preguntándome a cerca de los conceptos dormitivos, ya que en una supervisión mi supervisora utilizó este concepto para referirse a la forma en la que una madre relataba su situación emocional. Es realmente esclarecedor esta diferenciación de niveles, sobre todo para los que nos acercamos a las diferentes situaciones humanas con ánimo de ser útiles, ya que esta madre que menciono se refería a su situación desde una dimensión descriptiva en un nivel muy reducido: voy al trabajo llorando, me da miedo que pueda pasar esto y lo otro... Conceptos que pueden ser tramposos para el terapeuta, como me pasó a mí, ya que generan un flujo emocional intenso, seductor, pero sin salida.

    Otra cosa es cuando se enmarcan esas emociones en el contexto evolutivo y relacional, es decir, en una separacion y custodia compartida, por ejemplo, y el significado simbólico que eso tiene para la sperosnas implicadas y para su entorno.

    Entonces los conceptos dormitivos se amplían y adquieren sentido, significado en un contexto determinado.

    Gracias de nuevo por el artículo, me ha ayudado a ampliar la mirada y la comprensión de otro concepto muy útil en nuestro trabajo.

    Ion

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