
- Construir el intervalo transcurrido entre las sesiones como períodos en los que se ha logrado alguna mejora.
- Verificar si el consultante considera que lo que el terapeuta y él mismo hicieron en la sesión previa resultó provechoso, es decir, si lo llevaron a percibir (o le permitieron percibir) que las cosas mejoraron.
- Ayudar al consultante a determinar qué está haciendo o qué sucedió que la/lo conduce a algún logro, de modo tal que el o la consultante pueda advertir en que debería perseverar.
- Establecer si los logros obtenidos hicieron que las cosas “marchen suficientemente bien”, de modo tal de determinar si es o no necesario continuar con la terapia y, finalmente,
- Cuando el o la consultante no describe ninguna mejora, evitar que tanto el consultante como el terapeuta persistan en lo que no surte efecto y, por consiguiente, provocar que tanto el o la consultante como el terapeuta hagan algo diferente.