
Como mi práctica
se ubica casi exclusivamente en las llamadas terapias “constructivas”, que
incluyen a las terapias constructivistas, las terapias construccionistas y las
postestructuralistas, se me ocurrió que éstas se podrían ubicar hacia la izquierda
del espectro terapéutico. La razón para ello es su carácter
“revolucionario" y "progresista", su actitud anti autoritaria y
su vocación por apoyar las causas nobles, sociales y de avanzada. Son terapias
democráticas y liberales, por decirlo así, que confían en la
persona-en-conversación con otras, y respetan su forma de ver el mundo y de
verse a sí mismas.
Dentro de esta
"izquierda terapéutica” también podemos ver
tendencias, que implican diferentes grados de “no saber”, y de asumir el
pensamiento débil como filosofía. Además, de ser más o menos directivas en su
accionar, confiando en las posibilidades generativas del lenguaje.
En la centro-izquierda
se me ocurrió que podríamos ubicar a la Terapia
Estratégica Breve (TEB) del MRI de Palo Alto. Esta forma de hacer terapia
comparte con el pensamiento débil la idea de que no es posible conocer la
realidad tal y como es, y que en lugar de conocimiento objetivo solo tenemos
construcciones personales que reflejan más nuestras experiencias que la
realidad exterior.
Según
Maturana (Maturana y Varrela, 2003) nuestro sistema nervioso es un sistema
cerrado y, por consiguiente, la “captación del mundo” no es posible. Los
terapeutas que comparten estas ideas (Nardone y Portelli, 2006) consideran que
las personas se guían por “autoengaños” patológicos o “autoengaños"
terapéuticos. El rol del terapeuta sería, entonces, ayudar a crear, a través de
intervenciones estratégicas cuidadosamente diseñadas, esos autoengaños
terapéuticos que lleven al cambio.
Si los coloco en la
centro-izquierda, y no más a la izquierda, es porque
los practicantes de esta terapia son muy directivos y tremendamente
manipuladores (ÿ a mucha honra”, dicen); consideran que el terapeuta es el
experto y confían mucho en sus estratagemas (Nardone, 2013) para lograr pasar
del problema a la solución. Cabe aclarar que ellos no dictan cuál es la
solución a la que hay que arribar, ni tampoco imponen cuál es la mejor forma de
vivir (por eso se gana el derecho de estar a la izquierda del espectro). De
hecho, consideran que el problema existe sí y solo sí hay alguien que lo
considere tal. La terapia concluye en cuanto el cliente considera que el
problema desapareció ,o que la situación que lo aquejaba ya no significa un
problema para él.
Un poco más
a la izquierda ubico a la Terapia Breve Centrada en las Soluciones (TBCS). La
razón para ello es que la TBCS es algo menos directiva que la TEB pero un poco
más que las otras dos que siguen en esta lista. Tiene un formato preestablecido
que seguir, aunque bastante laxo y flexible, y una orientación abiertamente
dirigida hacia la búsqueda de soluciones. La TBCS no está abierta al diálogo de
cualquier tipo y en cualquier sentido, sino al diálogo que lleva al logro de
objetivos y metas, y a soluciones como su nombre lo indica.
No obstante, la pongo
hacia la izquierda del espectro porque es muy respetuosa de las definiciones
que hace el consultante, tanto de lo que considera es su problema como de
aquello que quiere lograr y considera la solución a
dicho problema. El terapeuta centrado a las soluciones no manipula, como en el
caso anterior, pero sí cumple una función similar a la de una “asesor
editorial", haciendo las preguntas necesarias para ir identificando junto
con el cliente los recursos que éste posee, y ver la forma más útil de ponerlos
en práctica.
Un poco más
a la izquierda aún, tenemos a la Terapia Narrativa (TN). La
“tendenciosidad" en este enfoque todavía puede identificarse, pero es
mucho menos marcado que en las dos propuestas anteriores. Esto se nota en la
búsqueda de desenlaces inesperados y en el tratar de “engordar" las
historias preferidas de las personas que consultan. No es un conversar por
conversar para ver qué sale o hacia a donde nos lleva el dialogo. No. Hay una
intención definida y política, pero los procedimientos son más difusos o menos
claros que en la TBCS y en la TEB. Es como sí los narrativos supieran en qué
dirección quieren ir, pero que confían menos en la legitimidad de tal o cual
forma de llegar ahí.
El pensamiento débil
está presente, entonces, pues no consideran que una forma de actuar tenga más
derecho que otra, ya sea por sus fundamentos científicos o filosóficos. A lo
más que llegan es a proponer “mapas" (White, 2016), pero un sector de
narrativos se opone a ellos por considerarlos ajenos al espíritu que mueve a
este tipo de terapia.
Finalmente, en la
"extrema izquierda” del espectro
político-terapéutico sitúo a las Prácticas Colaborativas y Dialógicas (PCyD).
Las PCyD son las que más en serio se toman la idea de que ninguna propuesta es
mejor que otra (idea básica del pensamiento débil), y por eso se despojan de
casi cualquier tendenciosidad o propuesta metodológica. Ni metas, ni
resultados, ni objetivos ni nada de nada. Lo que debe surgir es aquello que irá
surgiendo en las conversaciones guiadas exclusivamente por la curiosidad.
Confían más que las propuestas anteriores en la cualidad transformadora del
diálogo y se mantienen fieles a esa idea.
En apariencia puede
parecer que las PCyD son el tipo de terapia más
fácil de implementar, ya que supuestamente consistiría en "solo
conversar”, pero la experiencia me enseña que es más difícil de implementar que
las anteriores. Realmente se necesita tener fe en el poder del diálogo.