domingo, 27 de marzo de 2016

EL CERCO SEMÁNTICO EN LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE REALIDADES E IDENTIDADES


En la actual coyuntura política electoral (me refiero al proceso electoral peruano de 2016) que vive mi país, el Perú, se escucha con frecuencia la expresión “cerco informativo”. Dicha expresión trata de graficar la práctica que ejercen los grupos de poder –propietarias de los medios masivos de comunicación-, tendiente a administrar el flujo de información de que disponen las personas. Estos grupos utilizan una especie de filtro, permitiendo que ciertas noticias sean difundidas y bloqueando otras, según sus intereses y agendas. Además, de ser necesario, recortan, distorsionan y hasta inventan la información a fin de generar el impacto social, político y económico que se desea lograr. Aunque existen otras fuentes potenciales de información (los blogs, la internet, los diarios digitales, y hasta el boca a boca), es innegable que los medios más formales y masivos son los que las personas privilegian, y de allí su poder.

A la expresión “cerco informativo” queremos sumar el concepto de “cerco semántico”, el mismo que vendría a ser consecuencia del primero, es decir, en algunas ocasiones, un efecto intencional, planificado e interesado, pero también, en otros contextos, la resultante casi inevitable y “casual” del accionar comunicacional de los sistemas lingüísticos rígidos, y, hasta cierto punto, cerrados.

Gergen (1997) dice “Las creencias en lo verdadero y en lo bueno dependen de que haya un grupo, inspirador y homogéneo, de partidarios de dichas creencias, quienes definan lisa y llanamente aquello que, según suponen, está “allí” sin lugar a dudas” (p. 13-14).

De lo dicho por Gergen quiero resaltar lo de “homogéneo”.

Cuando en un sistema lingüístico rígido se llega a esa homogeneidad en las conversaciones, a esa especie de consenso, es que ya hemos entrado en el cerco semántico. La metáfora del cerco nos parece adecuada porque en la mayoría de las interacciones y conversaciones que se mantienen se usan las mismas claves y las mismas comprensiones (o muy similares), generando un efecto de uniformidad monocorde y monosemántica de la que es difícil escapar. Es como sí, se mire donde se mire y se escuche lo que se escuche, se obtienen los mismos significados o poco menos.

El efecto que esto puede producir en la generación y sostenimiento de las identidades, tanto individuales como grupales, es evidente. Lo más probable es que surja la sensación de ser único, uniforme, unidimensonal, con una identidad y una personalidad rígidas, incambiables, esenciales y predeterminadas. Aquí los viejos discursos biologistas, neurológicos y genéticos hacen su aparición para confirmar que estamos ante una “naturaleza”, individual o colectiva (White y Espton, 1993).

Pongamos un primer ejemplo. En cuanto una persona refiere a otra que escucha voces, pone en marcha sin saberlo una cadena de acciones y reacciones culturales, que se nutren de los discursos médico y psicológico en vigencia, y que la terminarán ubicando en el rol de enferma, siguiendo una “ruta” preestablecida socialmente para los que padecen ese tipo de “síntoma” (Whitaker, 2015).

Al respecto, Eleanor Longden, en su conferencia Ted "Voces en mi cabeza", refiere que sus dos grandes errores fueron, primero, comentarle su experiencia de oír voces a una amiga, la misma que se asustó y le pidió insistentemente que busque ayuda médica y, segundo, ir a buscar esa ayuda con un profesional que prácticamente la desahució y le dijo que menos malo hubiese sido si le daba un cáncer en lugar de “tener esquizofrenia”.

En el cerco semántico de Eleanor, la amiga y el psiquiatra fueron los dos primeros ladrillos. Claro, el hecho mismo de que  necesitase contarlo, venciendo la vergüenza y el miedo, es un indicador de que ese “panóptico internalizado”, propio de la sociedad disciplinaria y normalizadora en la que vivimos (Foucault, 2006), ya era parte de la narrativa de la propia Eleanor. En su caso el cerco, entonces, comenzaba en ella misma y se fue tejiendo, cada vez más densamente, a medida que iba internándose en los recovecos de los servicios de salud.


Le tomó siete años, y la suerte de toparse posteriormente con profesionales que hicieron la diferencia (profesionales ubicados "del otro lado"), para ir saliendo del cerco semántico de la medicina formal, y poder resignificar el escuchar voces como una experiencia más y no como un síntoma patognomónico de enfermedad. Todo el malestar, el sufrimiento, y los otros problemas que surgieron por el hecho de vivir cercada, se fueron poco a poco, a medida que aceptaba sus voces y aprendía a vivir con ellas. Salir del cerco la curó. No el dejar de escuchar las voces.

Simplifiquemos el proceso. La persona tiene experiencias precalificadas culturalmente como anormales; recurre a alguien –familia, amigos, profesionales- en busca de apoyo, y obtiene a cambio miradas, expresiones, comentarios, evasiones, diagnósticos, admoniciones, sospechas, desconfianzas, exigencias e incluso presiones, que la empujan en la dirección de ese gran campo semántico llamado patología. Sí, como diría Wittgenstein (1999), los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, el mundo de la persona patologizada, ubicada dentro de este cerco semántico, se ve sustancialmente restringida.

Utilizando aquí el concepto de performatividad, desarrollado por Judith Butler (2006) para entender la identidad de género, el cerco semántico produciría “enfermedad mental” performativamente. Detectado lo anómalo, va tejiendo en torno tuyo, cual pijama, una identidad limitada y limitadora que direcciona tu vida y se sostiene por los discursos de imposibilidad (O’Hanlon, 2001).

Escuchar voces y ser diagnosticado, entonces, limita a la persona, pero no necesariamente por lo que realmente le genera “su enfermedad”, sino por lo que “se supone” le genera: una de las primeras cosas que se le sugiere al esquizofrénico debutante es que deje de estudiar o renuncie a la intención de hacerlo, porque "no va a tolerar el estrés". De igual manera, que no se case ni tenga hijos "porque es una enfermedad hereditaria". El diagnóstico conlleva cancelar muchos proyectos y cerrar muchas puertas. Una verdadera encerrona, un cerco.

¿Existe alguna vía de salida? Creemos que sí. Deconstruir los diversos componentes que conforman en cerco semántico de la enfermedad y validar las experiencias, sean cuales fueren, es una forma de ir abriendo brechas que vayan liberando a las personas de destinos preestablecidos. En ese sentido, la ética de la externalización que plantean White y Epston (1993) es un medio muy interesante para ir separando a la persona de los problemas, a la par que también se puede externalizar los discursos de déficit e imposibilidad que se han ido internalizando por la educación.

El cerco semántico es una fuente de significados restringidos que a su vez restringe las interpretaciones y las formas de construir la realidad. Limita las prácticas y las opciones para transformar esa realidad. Es un mecanismo recursivo, pues el cerco lleva a prácticas que a su vez mantienen vigente al cerco.

Como dice Heinz von Foerster (2014), "El lenguaje y la realidad están íntimamente conectados, por supuesto. Suele sostenerse que el lenguaje es la representación del mundo. Yo más bien querría sugerir lo contrario: que el mundo es una imagen del lenguaje. El lenguaje viene primero, el mundo es una consecuencia de él" (p. 100).

Referencias.
Butler, J. (2006). Deshacer el género. Barcelona, España: Paidós.
Foerster, H. (2014). Visión y conocimiento: disfunciones de segundo orden. En: D. Fried (Ed.). Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad (pp. 91 – 114). Ohio, USA: The Taos Institute.
Foucault, M. (2006). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno Editores.
Gergen, K. (1997). El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Barcelona, España: Paidós.
O'Hanlon, B. (2001). Desarrollar posibilidades. Barcelona, España: Paidós.
Whitaker, R. (2015). Anatomía de una epidemia. Medicamentos psiquiátricos y el asombroso aumento de las enfermedades mentales. Salamanca, España: Capitán Swing Libros.
White, M. y Espton, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Barcelona, España: Paidós.

Wittgestein, L. (1999). Investigaciones filosóficas. Barcelona, España: Ediciones Altaya, SA.