jueves, 6 de marzo de 2014

DERRIBANDO MOLINOS DE VIENTO.-

Más allá de los discursos dominantes.

"No hay relaciones de poder que triunfen por completo y cuya dominación sea imposible de eludir".
Michel Foucault

Michael White (1997) en su texto "Deconstrucción y terapia" nos presenta el caso de Robert, un hombre violento, que tuvo que dejar el hogar a causa de la conducta abusiva que perpetraba contra su mujer e hijo:

"Durante los primeros contactos la conversación se centró en la responsabilidad de Robert por haber perpetrado actos de violencia, en la identificación de las experiencias de las víctimas, en los efectos traumáticos reales en el corto plazo y los posibles efectos en el largo plazo sobre la vida de las víctimas y en determinar qué podría hacer él para enmendar lo que pudiera enmendarse".
"Después de cumplir esa tarea, le pregunté a Robert si estaba dispuesto a seguirme en algunas especulaciones sobre el carácter de la conducta abusiva y violenta de los hombres. Como manifestó su acuerdo, le hice una serie de preguntas (...) Invité a Robert a que asumiera una posición sobre esas actitudes, estrategias y estructuras..."(pag. 26).

Han transcurrido bastantes años desde la primera vez que leí este texto, y debo confesar que me encandiló -y lo sigue haciendo- la habilidad con la que Michael White ayuda a Robert a identificar y desmarcarse de los discursos de poder que condicionan su vida. Al verlos como normas, órdenes asumidas como naturales, programas sociales acerca de "cómo se debe ser hombre", Robert pudo ver los efectos de todo ello en su vida y cotejarlo con aquello que era importante para él, lo que quería honrar y mantener. 

Al tomar una postura, en la práctica le declaró la guerra a esos mandatos, y emprendió una serie de iniciativas que lo llevaron a vivir acorde a lo deseado por él, a hacer uso de su agencia personal, y a iniciar la construcción de una realidad y una vida acorde a sus preferencias. 

Como sabemos, las tecnologías del yo -puestas en práctica a través del ejercicio del poder social, familiar, experto, educativo y mediático- utilizan diversos medios para coaccionar y convencer a las personas de que asuman como verdades lo que son sólo puntos de vista. Las posibilidades de cuestionamiento y de crítica por parte del sujeto son excluidas de la ecuación, a través de la normalización, la homogeneización del pensamiento, la presión de grupo, y la sanción/patologización/exclusión para los que se muestran más díscolos. 

En el presente texto deseo completar lo planteado en una entrada anterior, donde también reflexionamos sobre cómo revisar y hacer frente a los discursos dominantes desde las prácticas narrativas. 

Considero que es importante facilitar la reflexión a través de preguntas ad hoc, a fin de que el/la consultante se percate de que no sólo él/ella no es el problema, sino que tampoco es el discurso y los demás relatos que sigue, que vivencia como propios y naturales, y sobre los cuales edifica parte de su identidad: la persona no es el discurso; el discurso es el discurso. 

Cuestionar el discurso que se parapeta detrás, puede facilitar combatir el problema, ya que se le quita piso al relativizar el caldo de cultivo (el contexto discursivo) que le da sentido.

Para abordar estos discursos dominantes en una conversación terapéutica, una vez identificado el tema, se puede invitar a la persona a que colabore con nosotros y nos acompañe con algunas reflexiones, tratando de responder a las preguntas que le plantearemos a continuación. Si acepta, algunas de las preguntas pueden ser las siguientes (sin seguir un orden o secuencia especial):

Si tú quisieras que alguien acepte como válido....(insertar aquí el tema/discurso/creencia), ¿qué tendrías que hacerle creer primero? ¿Y luego? ¿Y después?
¿Cómo lo/la prepararías para que piense eso?
¿Qué estrategias o tácticas que conoces de tu propia experiencia, de tu entorno, serían útiles para este fin?
¿Tendrías que convencerlo antes de ciertas cosas sobre él/ella mismo/a para que acepte creer en eso?
¿Qué ideas debe tener esa persona sobre él/ella para que sea más fácil invitarlo a aceptar las ideas que deseamos que crea?
¿Cómo podrías convencerlo de que esas ideas vienen de él/ella, que le son propias, y de que no le han sido transmitidas por otros?
¿Hay algunas ideas/creencias/normas en nuestra cultura/sociedad que serían útiles para que esa persona acepte creer en lo que deseamos que crea?
¿Cómo se te ocurre que podrían utilizarse?
¿Puedes identificar en la crianza familiar y en la educación ciertas prácticas que ayuden a este fin?
¿Cómo se podría justificar creer en dichas ideas/creencias/discursos? 
¿De qué otras ideas nos podríamos valer para permanecer creyendo eso?
Lo que venimos conversando, ¿cómo se relaciona con el tema de nuestra consulta?
¿Qué vivencias e historias puedes recordar dónde se hayan dado prácticas similares?
¿Cómo se aplicaron en tu caso específico?

Luego de reflexionar en base a interrogantes reflexivas como estas, se puede invitar al consultante a tomar una postura sobre lo reflexionado. Para ello puede ser útil aplicar el mapa propuesto en la entrada anterior. También será muy importante que la persona identifique los momentos donde fue inmune a dichos discursos, donde actuó en base a sus preferencias y no a las indicaciones que el discurso señalaba. Es allí dónde será posible empezar a co-construir una historia alternativa, liberadora y generadora de nuevas posibilidades.

Si se te ocurren otras preguntas, aparte de las mencionadas, te agradeceré mucho las compartas.

Referencia: White, M. (1997) Guías para una terapia familiar sistémica. Barcelona: Gedisa.

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