sábado, 30 de enero de 2016

MIL MANERAS DE EMPEDRAR TU CAMINO AL INFIERNO CON BUENAS INTENCIONES

CASO DE LA VIDA REAL N° 325
Voy caminando por la calle, esquivando taxis y combis, cuando llama desde el Japón una señora desesperada. Se le nota en el tono de voz y en el ritmo acelerado. Habla hasta por los codos, corta, no deja responder, interrumpe. Clama, ruega, implora. Lloriquea en el auricular que le salven al hijo que no se deja ayudar. La verdad, impacienta un poco escucharla.

Encerrado en su cuarto hace semanas, el hijo casi no come, no estudia, está dado al abandono y culpa a la mamá (a la que no ve hace buen tiempo) de ve tú a saber qué desatinos del pasado.
Comprensible la desesperación y la verborrea consiguiente de esta madre.
El hijo es un hombre hecho y derecho; no es un adolescente hace mucho. Fue a varios profesionales y no volvió porque no hicieron magia en una sesión. El no los buscó ni los pagó; lo hizo la madre desde el otro lado del planeta. Ahora quiere intentarlo conmigo.
Esta historia nos demuestra que los problemas nunca son individuales. Siempre son relacionales. Los síntomas los tiene el hijo pero el problema es de la madre. La madre se lo compró íntegro aunque a quien le pica es al hijo. Pero no deja que lo rasquen.
Esta "patología" es la resultante (entre otras variables) del tironeo entre la madre y el hijo, sazonado con historias del pasado que le dan justificación a las acciones que se emprenden ahora, y le otorgan un marco de inteligibilidad: "está enfermo, help".
También nos indica por qué no es bueno ir por delante del "paciente", usurpando la responsabilidad por su salud, y generando en consecuencia nuevos problemas.
Sarna con gusto no pica, ¿recuerdan?
¿Qué se le dijo a la madre? Más o menos...
Primero, que vea si puede quitarse el tono quejumbroso de la voz, que muy probablemente el hijo capta, y que lo debe desesperar como lo hizo un poco conmigo en treinta segundos.
Segundo, que deje el pasado atrás, porque los "errores" cometidos "in illo tempore" no tienen nada que ver con lo que pasa ahora (los problemas se emancipan de sus "causas").
Tercero, que le ofrezca ayuda al hijo como si le ofreciera una bandeja de bocaditos: "¿quieres? ¿gustas". Y si no quiere que le diga que la bandeja está allí para cuando lo desee. Es, creo, una variante de lo que Nardone sugiere: "me gustaría que hagas tal cosa pero no puedo obligarte".
Cuarto, que deje que el hijo se "macere" un rato en los jugos de su problema sin meterse ella tanto, hasta que el problema del hijo vuelva a ser el problema del hijo. Recién ahí este querrá hacer algo real. Seguro.
Si alguien se queja de comezón no hagas nada hasta que te pida que lo rasques. A lo más pregunta, ofrece, para quedar bien con tu conciencia.
No se puede jalar a nadie hacia la salud.

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